La Diócesis de Cádiz es sufragána y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación. Dentro de su territorio se comprenden la diócesis de Asidonia (Medina Sidonia) y la medieval de Algeciras (Insula Virdis), pero unida también a la de Cádiz.
La presencia de comunidades cristianas en los territorios de Cádiz es muy antigua como correspondía a una zona de transito de Europa a África y viceversa. El obispado asidonense podría ser de época romana, pero solo hay constancia epigráfica y documental desde fines del siglo VI en época visigoda. Invadida y conquistada la Península por los árabes, la vida de los cristianos sometidos se hizo precaria hasta el punto de casi desaparecer las comunidades mozárabes en la época de los almohades. Alfonso X incorporó Cádiz y otras poblaciones a Castilla, logrando el traslado de la sede asidonense (Medina Sidonia) que se hizo efectiva en 1267 con la consagración del primer Obispo Fray Juan Martínez .
El origen del Cristianismo, en la diócesis de Cádiz, se atribuye, con muchas reservas, después de las investigaciones de José Vives, a San Hiscio o Hesiquio, uno de los siete varones apostólicos, fundador de la sede de Carteya, hoy campo de ruinas romanas en el fondo de la bahía de Algeciras, en el cortijo del Rocadillo.
Acabada las persecuciones, la sede fue trasladada a un lugar mas conveniente del interior, a Asido o Asidonia, la actual Medina Sidonia. De la iglesia visigodo asidonense nos han quedado diversos testimonios que arrancan del siglo VII, y que han permitido conocer a los Obispos Rufino, Pimenio, Teodoracio y Geroncio, Miro, Esteban, y al último titular cuyo nombre ignoramos, por la crónica del Arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximenez de Rada nos consta que se retiró a Toledo con motivo de la entrada de los almohades.
Alfonso X el Sabio continuó la reconquista y restauración cristiano Andalusí de su padre Fernando III El Santo. Pretendió sobre todo, asegurar las conquistas del Sur de España y realizar los proyectos africanos paternos. Ocupó la mayor parte de la provincia gaditana y logró establecer un importante puerto en el Atlántico, como llave del estrecho de Gibraltar, Cádiz.
El Arzobispo Don Remondo quería incorporar a su diócesis sevillana todos los territorios conquistados de la parte sudoccidental de España. Satisficio sus deseos con la agregación de Huelva, a cuya conquista había contribuido con sus huestes, pero no con Cádiz y sus aledaños.
Los deseos del rey castellano eran distintos. Estaba empeñado en crear una sede episcopal en la parte mas meridional de la Península e isla de Cádiz, lugar escogido para la preparación del fecho del Mar o acción en África. El apoyo prestado en Roma favoreció los planes de Alfonso X, al dar el Papa su asentimiento a que la sede de la antigua Asido fuera traslada a Cádiz y establecer el río Guadelete como línea divisoria entre las sedes de Cádiz y Sevilla.
El arzobispo sevillano, adelantándose a los designios reales, había creado en Cádiz en 1261 el arcedianato de su nombre. Desde 1263, data de la bula Excelsis de Urbano IV creando la sede, hasta 1267 se suceden los documentos que marcan el cumplimiento de los designios alfonsíes.
La empresa africanista quedó inédita, pero aquí dejó una Diócesis y una sede episcopal, que durante la Edad Media llevó una vida sin relieve particular. Con la conquista de Algeciras por Alfonso XI, los Obispos gaditanos agregaron a su título el de Algeciras, que ostentaron sus sucesores hasta nuestro siglo. Durante la segunda mitad del XV y buena parte del XVI, la Diócesis languidece por la ausencia de sus pastores dedicados a otros menesteres de más importancia en la Corte, en Sevilla o en Roma, engrosando con sus rentas los ingresos de algunos cardenales acumuladores de sedes episcopales, antes del Concilio de Trento.
A mediados del XVI se recupera la Diócesis gaditana con la presencia de los obispos García de Haro y Antonio Zapata, aunque estuvo amenazada con la invasión de los ingleses reiteradas veces, sobre todo en el desastre de 1596. Cádiz va despertando y crece hasta convertirse poco a poco en la sede del Monopolio del comercio indiano en 1717 desplazando a Sevilla.
El siglo XVIII fue un auténtico «Siglo de Oro» para la capital y su Diócesis, incluso en el aspecto religioso y eclesiástico, con grandes Obispos de personalidad grande y actividad intensa, como Lorenzo Armengual de la Mota, Fr. Tomás del Valle, Fr. Juan Bta. Servera y José Escalzo y Miguel.
La memoria del Obispo Armengual quedó en la visita general de la Diócesis en 1717-1718, en el apoyo para iniciar la construcción de la Catedral nueva en 1722 y en la fundación de la parroquia auxiliar de San Lorenzo de Cádiz desde los cimientos hasta la torre inaugurándola y consagrándola en 1729. A Fr. Tomás del Valle se le deben la fundación de los Carmelitas Descalzos de Cádiz en 1733, la construcción del Hospital de Mujeres de la capital y el Hospital de San José de la Isla de León en 1749 y 1768 respectivamente, y las religiosas de la Enseñanza de esta vecina población, además de la Iglesia Mayor de San Pedro, con otras muchas iglesias y capillas e instituciones benéficas por todo el territorio diocesano, como las parroquia de San Roque, Los Barrios y Algeciras. Al obispo Fr. Juan Bta. Servera se deben la ampliación de los estudios en el Seminario de San Bartolomé con la Filosofía, Teología dogmática, Disciplina, etc. en 1777 y el traslado del mismo al antiguo Colegio de los Jesuitas expulsados en 1780. Para la instrucción del pueblo instauró la Congregación de la Doctrina Cristiana en 1778.
José Escalzo dio Estatutos y nuevo plan de estudios al Seminario de Cádiz en 1785, fundó la parroquia de San José (Extramuros), modelo de templo de la Ilustración cristiana con todas su dependencias y servicios, en 1787 y promovió la construcción de la Iglesia parroquial de San Juan Bta. de Chiclana.
Cádiz y su obispado experimentaron un siglo XIX de crisis económicas y de revoluciones. La Guerra de la Independencia contra los invasores franceses coincidió con la caída del Antiguo Régimen y la promulgación de la Constitución Política de la Monarquía Española, la «Pepa», en Cádiz el 19 de marzo de 1812. En las circunstancias menos propicias se reanudaron en 1832 las obras de la Catedral Nueva, que se abrió al culto en 1838.
La Restauración de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII abrió un periodo de tranquilidad. En 1882 se celebró el Sínodo del obispo D. Jaime Catalá y Albosa, que renovaba y actualizaba el Antiguo Sínodo de D. Antonio Zapata y Cisneros, que estuvo vigente desde 1591. El prelado D. Vicente Calvo y Valero remodeló y modernizó el edificio del Seminario de San Bartolomé en 1885-1890 y adaptó la formación y estudios de los futuros sacerdotes a los nuevos tiempos en su pontificado se restauraron los Dominicos y Franciscanos observantes en Cádiz en 1890 y 1892 respectivamente y se fundaron varias congregaciones de religiosos y religiosas.
El siglo XX trajo nuevas crisis económicas para una ciudad y puerto como Cádiz, sin los últimos jalones de las colonias de Ultramar (Puerto Rico, Cuba y Filipinas). El obispo D. José María Rancés y Villanueva se destacó por la renovación pastoral, en la predicación, en el empleo de la prensa como medio de difusión de la doctrina católica y en la acción benéfica y social. En 1927 fundó el prelado D. Marcial López Criado la Acción Católica como la mejor participación de los seglares desde su esfera y responsabilidades.
La proclamación de la II República coincidió con el saqueo y quema de iglesias y conventos en 1931, que se repitieron en 1936. El Movimiento Nacional con su enfrentamiento con la España Republicana en una larga Guerra Civil del 1936-1939, la España de Francisco Franco y el llamado Nacional Catolicismo marcan una etapa que repercutió en este territorio gaditano de manera especial. La muerte de D. Ramón Pérez Rodríguez, Obispo patriarca de las Indias, abrió una prolongada sede vacante hasta 1943, en que entró D. Tomás Gutiérrez Díez. Obispo celoso y visitador de su Diócesis, dejó como recuerdo once nuevas parroquias y su figura de anciano venerable al que la Santa Sede le nombró al Obispo coadjutor D. Antonio Añoveros Ataún en 1954. el Dr. Añoveros pastoreó la diócesis como titular entre el 1964 y 1971, pero en su etapa anterior sería ya el promotor del aggiornamento de la Iglesia Gaditana como partícipe activo del Concilio Vaticano II (1961-1965). Sus preocupaciones fueron el seminario, la conciencia social, la alfabetización y la vivienda, como se refleja en sus cartas pastorales. Su traslado a la sede de Bilbao le supuso grandes preocupaciones y una pastoral sobre el pueblo vasco le costó un enfrentamiento que le trajo más sufrimientos hasta su jubilación.
El fin del franquismo y la llegada de la democracia le tocó a D. Antonio Dorado Soto, que gobernaría la diócesis 20 años desde el 1973 al 1993, cuando fue removido a la sede de Málaga, siendo auxiliado en esta tarea por Ignacio Egurza El Busto (1926-1992), desde 1974 Vicario General de la diócesis. Los desvelos de Dorado se centraron sobre todo en las tareas pastorales, como manifiestan el Plan Diocesano de Renovación Cristiana iniciado en 1977 y que culminaría en la celebración de la I (1980) y II (1986) Asamblea Diocesana, la promulgación de las Normas de Pastoral Sacramental (1983), la creación del Movimiento de Profesores Cristianos y las Semanas de la Familia. Son de destacar sus numerosas cartas pastorales sobre temas tanto generales como particulares del obispado de Cádiz y Ceuta, de especial problemática, como el paro, la falta de vivienda, la marginación y la emigración.
A Monseñor Dorado le sucedió el actual Obispo de la Diócesis, D.Antonio Ceballos Atienza, nacido en la localidad jienense de Alcalá la Real en 1935, Obispo de Ciudad Rodrigo en 1988, desde el 10 de diciembrede 1993 prelado de la Diócesis de Cádiz y Ceuta. Sus numerosas pastorales y homilías es el resultado de su profunda preocupación por resolver los problemas que se le plantean como pastor. El contacto frecuente con las parroquias y grupos le permitió conocer la complejidad y la fragmentación en comarcas extensas del obispado y para su mejor atención creó tres varios episcopales de los territorios correspondientes a las zonas de la Bahía de Cádiz, la zona Centro y la del Campo de Gibraltar. Para una formación más adecuada de los futuros sacerdotes gaditanos abre el Seminario de San Bartolomé trasladando los estudios de Filosofía y Teología de Sevilla a Cádiz, donde continúa proporcionando anualmente promociones de presbíteros que han ido incorporándose al clero diocesano. Sin embargo, el envejecimiento de la edad media de los sacerdotes constituye una grave preocupación y un motivo para no dejar de insistir por todos los medios en el fomento de vocaciones. La actual inmigración de las pateras del Estrecho es el motivo mayor de sufrimiento.
Su mayor preocupación es el retroceso de la práctica religiosa de muchos feligreses ante el proceso secularizador. Secundando las orientaciones de Juan Pablo II para el siglo XXI, Monseñor Ceballos promovió el Sínodo Pastoral de la Diócesis de Cádiz y Ceuta en el año jubilar 2000 desde la carta de convocatoria el 14 de septiembre de 1997, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, hasta el decreto de promulgación de las seis constituciones del Sínodo Diocesano el 12 de octubre del año 2000, pasando por los trabajos de preparación, las sesiones y la clausura del Sínodo en la Catedral Nueva de Cádiz el 11 de junio, domingo de Pentecostés. Parta potenciar esta etapa renovadora procedió al nombramiento del vicario episcopal de Pastoral, supresión de los vicarios de zona y a dar mayor protagonismo a los arciprestes.
Add a Comment
Debes estar conectado para publicar un comentario