La Iglesia-Catedral es en la Diócesis un templo insigne por ser el lugar de la Cátedra del obispo y en función de las celebraciones litúrgicas que le corresponden como sede episcopal.
La importancia artística y el empaque de su construcción lo recibe de su significado y a el remite siempre. Dicha Cátedra del obispo –que es maestro auténtico de la fe y testigo de Cristo— habla, por tanto, de la misión que ha recibido de enseñar y predicar la verdad (cf. Concilio Vaticano II: LG 242; ChD 12).
Es evidente que esta Cátedra –quizá el símbolo más antiguo del ministerio episcopal— es lo que identifica la sede del obispo, pero sobre todo dirige el pensamiento hacia el Señor, que es quien preside siempre su Iglesia, y hacia el Evangelio, que es el mismo Cristo –la Buena Noticia que aquí se anuncia para todo hombre—, así como a la función sacerdotal que se prolonga en la Iglesia para alabar a Dios sin interrupción e interceder por la salvación del mundo entero (cf. Sacrosantum Concilium 83). En la liturgia se ofrece una epifanía de la Iglesia, porque en ella se anuncia, se gusta y se vive su misterio (cf. Id. 9).
El pueblo de Dios que peregrina en Cádiz valora este templo que conserva la huella de su fe en diálogo con cada cultura, sus vicisitudes históricas, su vida social, y se alegra de poder mostrar su belleza y el arte sacro multisecular que guarda en el, pues enuncia la piedad cristiana y expresa así el amor de Dios que ha vivido durante generaciones y que se prolonga hasta hoy.
Es una gran alegría para mi y para mis colaboradores sacerdotes que sirven a Dios en este templo –el Cabildo de la Catedral— abrir las puertas de esta Iglesia Apostólica no sólo para mostrar su fábrica, sus imágenes, sus pinturas, su orfebrería o sus retablos, sino para invitar a todos a la vida cristiana, que es la auténtica via pulchritudinis que atrae a la fe con su caridad y vida de oración, para llegar a ser discípulos de Jesús. En efecto, la comunidad cristiana abre sus puertas e invita a todos a compartir con un corazón católico su misma esperanza. La belleza de la vida que compartimos con Dios en este hogar familiar nos induce a transformarnos nosotros mismos en una grandiosa obra de arte.
Bienvenidos a esta casa.
Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta
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